Si existiera la posibilidad de poner su vida en dos columnas, en la del "debe" se encontrarían una extraña amistad con Galtieri, las leyes de obediencia debida y punto final y el pacto de Olivos con Carlos Menem. En la columna del "haber" de este auténtico héroe de la democracia, encontraríamos que fue el primer presidente en toda América Latina en juzgar a los militares golpistas asesinos que lo precedieron, jamás hubo ninguna expresión de censura durante su gobierno, salió del gobierno con el mismo patrimonio con el que entró. Alfonsín fue, además, el último gran orador de la política argentina.
Como diría Dostoievski a través de Raskolnikoff en "Crimen y Castigo": "... esos hombres están hechos de bronce, no de carne."