Ellos están asustados. Desde sus autos blindados y casas amuralladas, ellos tienen miedo.
Tienen miedo de ser asaltados, violados o golpeados. Tienen miedo a ser como nosotros, quizás su mayor flagelo.
Piden que el que mate muera desconociendo cuántos niños dejan de jugar en la Tierra por día a causa del hambre. Cuántos de ellos, tras vivir sus primeros años en condiciones paupérrimas, no pueden luego ni siquiera pensar. Cuántos de sus propios empleados necesitan cubrir sus necesidades básicas y, sin embargo, los tienen en negro. Porque desconocer estos datos es negarlos. Negar esta realidad genera violencia. En definitiva, son coautores de esa inseguridad que piden que termine.
Creen que el pagar sus impuestos los hacen mejores que aquéllos que no pueden.
Creen que el problema de la inseguridad se soluciona "metiendo bala". Es que eso es más fácil de asociar que pensar que los asaltantes y drogadictos se van a terminar cuando el pueblo tenga acceso a la educación, al trabajo, a la salud; que ésa es la tarea que tiene que encarar el Estado y que debemos controlar nosotros como sociedad. Sociedad que posee el elemento más importante de la democracia: el voto.
Cuando gritan "el que mata tiene que morir" ¿son concientes de lo que dicen? ¿Son un instrumento más de la derecha para "sacar los tanques"?¿Son idiotas o hijos de puta?
Ellos, que se dicen inseguros, están seguros de algo: mano dura.
Nosotros, ubicados en un nivel inferior en la escala económica (y- según ellos- también en la evolutiva) estamos condenados a ser destinatarios de ese accionar violento.